AMPARO




El ADORNO FLORAL DE NUESTROS TRONOS COMO FORMA DE ORACIÓN


Si algo tiene nuestra Semana Santa de particular, es que representa a la perfección la estética de la fe, es decir, acerca la fe a las personas mediante los sentidos: el ritmo, el olor, los colores, la música… la belleza.  Nadie puede quedar indiferente cuando contempla cualquiera de nuestros tronos, esos altares que en los días de nuestra Semana de Pasión recorren nuestras calles.

De ese conjunto forma parte fundamental el adorno floral. Las flores tienen su propio lenguaje, por eso, además de adornar tienen la función de expresar qué momento de la pasión se está representando.  No es lo mismo el exorno de un Cristo vivo, que muerto; de la misma manera, el adorno de las Vírgenes es completamente diferente. La decisión del arreglo floral corre a cargo de la camarera (en las cofradías o hermandades religiosas, mujer que tiene a su cargo cuidar el altar y las imágenes), o en su defecto de la propia cofradía, pero siempre procurando estar en consonancia con el momento que se quiere representar.

Así pues, para Jesús en su entrada Triunfal en Jerusalén nos encontramos ante un momento de júbilo. Como principal, se utiliza la palma sobre monte de flores silvestres, siendo éste el paso que admite más variedad de color. Suele llevar en cada esquina un ánfora (jarrón de plata o alpaca) de claveles o rosas rojas.

En la Oración en el Huerto, se hace el silencio. El aroma del tomillo con el romero, la manzanilla y espigas de trigo quedan al cobijo del olivo donde un ángel conforta al Rey de los Cielos. Este conjunto suele ir enmarcado por un adorno de rosas en rojo sangre o violeta.

En esa amarga noche, Jesús es Cautivo, Humillado y Nazareno: sufrimiento. Prevalece la tradición. Sobre espeso manto de rosas o claveles rojos que representa la sangre derramada en la redención por nuestro Señor. Igualmente podemos encontrar monte de iris morados. Suele completar el conjunto cuatro faroles, tulipas o cirios en cada extremo del paso.

Crucificado: Cristo en su agonía. En este día de tinieblas impera la sobriedad. Manto de iris morados con un detalle de cardos secos a los pies de la cruz. También arropado por faroles o cirios.

Santo Entierro, la austeridad en su máxima expresión. Pequeños detalles en lirios morados donde la cera, hace el resto. 

 Y al tercer día Resucitó: Alabanza y gloria a Él.  Gladiolos, rosas, orquídeas en tonos blancos y amarillos.
    



Para nuestra Madre, el blanco. Símbolo de la pureza. Es quizás el tono que más se emplea en esta semana para las Vírgenes. Bien es cierto que en los últimos años este concepto está cambiando, lo que permite conjugar una variedad ilimitada tanto en la flor, como en su color y posterior diseño en el trono. Algunas cofradías incorporan las velas con flores de cera, como complemento para el frente de los pasos.


En este punto, hacemos un inciso para explicar brevemente cómo son los preparativos previos de un trono antes de pinchar la primera flor.  

Los diseños de flores varían según las características del paso. En el caso de los montes, por lo general, el suelo va recubierto de una malla metálica en la que se insertan los claveles o rosas previamente cortados a medida y embutidos en unos mini tubos acabados en punta para que claven sin dificultad, bien sobre esponja o directamente sobre la malla.

En el caso de elaborar las esquinas o líneas laterales, se preparan previamente las esponjas para flor cortada que, según las necesidades, pueden ser de distinta forma y tamaño, siempre humedecidas si se va a pinchar la flor directamente sobre la esponja .

Si hablamos de las ánforas, las formas que podemos crear con las flores, sobre base preparada de esponja, es cuestión de gusto: con forma de esfera, ovaladas, conos, de media cara…

Hubo un tiempo en el que se encontraban en tal mal estado el cajón de algunos de los tronos, que hubo que sustituirlos por planchas de malla metálica, siendo recubiertas en su mayoría de hiedra y algunos claveles.    


    Como comentaba, está bastante arraigado para los más tradicionalistas el color blanco para Vírgenes al igual que el tipo de flor: clavel, gladiolo o rosa. Aunque no deja de ser una opción siempre acertada, el exorno en Ella, es donde ha sufrido una mayor transformación. Se agregan cada vez más orquídeas, calas, anthurium, fresias, hortensias, azahar…, al igual que la amplia gama de colores como el púrpura, rosa palo, amarillo dorado, morado; determinados por ejemplo, por los propios tonos de la cofradía, la saya y manto de la virgen en cuestión, o simplemente el deseo de cambiar; tradición e innovación unidas en un paso.

Esta composición a la que no se le puede llamar trabajo, cuando la haces con todo el cariño y respeto que se merecen los Titulares, es el resultado de varias horas de dedicación de un grupo de personas, por lo general hermanos de la propia cofradía, que persiguen realzar la belleza de la imagen y reflejar el amor que se siente por lo que representa, utilizando las flores como una oración de alabanza.     

Pero no siempre se ha podido disponer del adorno floral como se hubiera querido. Un aspecto importante que ha determinado las flores en la Semana Santa han sido las circunstancias económicas de las propias cofradías y las sociales del momento.
 

           Recuerdo en mis primeros años de arreglo floral del trono de Mª. Santísima del Amparo, que Lola Almohalla, quien estuvo siempre entregada a su Vírgen en cuerpo y alma, me contaba cómo se reunían ella, su hermana Carmina, su tía Carolina, quien era la camarera por aquel entonces, y María Peláez, en vísperas de Semana Santa en la casa del Paseo para, de manera totalmente artesanal, ir confeccionando una por una las flores que con tanto mimo y esmero, guardarían en grandes cajas  para una vez llegado el día, preparar en la iglesia, sin olvidar la mesa camilla y el brasero, las humildes ánforas del trono. Hacían las flores algunas en papel y la mayoría en tela, desde los tallos de alambre forrados y las hojas, hasta los pétalos, que serían posteriormente almidonadas para alcanzar mayor realismo.

Cuando empezó a disponer la Cofradía del Huerto de “algunos posibles”, siendo Hermano Mayor Eusebio Córdoba (1974-1975), se decidió en Junta Directiva, que la Vírgen llevase flor natural. Dicho y hecho. José Manuel Jiménez se encargó de ello. Contactó con Pepe Aguilera, ya que el trono de su Nazareno llevaba años disfrutando de flor cortada, y juntos quedaban para ir a un vivero de Granada el Viernes de Dolores, (por eso de pillarlas más baratillas antes de que empezara la Semana Santa), cargando el coche  hasta lo que diera el presupuesto, por lo general de claveles y gladiolos.

A partir de entonces y hasta el día de hoy, la camarera y todo aquel que quisiera, aportaban un donativo a la cofradía para ayudar con los gastos. Un gran logro de los muchos que vendrían.

Sería a principios de los años 80´ cuando, siguiendo con el trono de Mª. Sta. Del Amparo, tomara el testigo en lo que arreglo floral se refiere nuestro querido Antonio “el jardinero de Málaga”, a quien le tengo que agradecer todo lo que aprendí en este arte durante 20 años, cada Martes Santo.

Una anécdota de aquellos años, y que no deja de reflejar lo que ha cambiado la cofradía en cuanto a organización del montaje del trono se refiere, discurre precisamente un  Martes Santo a las 11 de la noche. Nuestro amigo, el jardinero Antonio, estaba junto a su compadre que siempre le acompañaba en estos menesteres preparando las ánforas de la Vírgen del Amparo cuando observó que no tenía boas (no esponjas como ahora) para pinchar las filas de claveles de los laterales del trono. Con la tranquilidad que le caracterizaba y sin alterarse lo más mínimo ante el problema, con el cigarrillo pegado en el labio como es habitual en él, pregunta a los presentes: “¿dónde podría encontrar boas para los claveles?”, a lo que le respondió mi padre: “a estas horas va a ser que en ningún sitio”. El jardinero, con su aplome, sigue en sus quehaceres y pregunta: “¿Dónde está el cementerio?”. Nos miramos los presentes y le preguntamos: “Maestro, el cementerio está cerrado ¿para qué quiere ir allí a estas horas?”.  Él, siguiendo con su tarea vuelve a preguntar: “¿Y la tapia es muy alta?”. Continuó: “Compadre, era cosa de ir y traernos un par de estructuras de corona que estén inservibles para los claveles”. A lo que el compadre respondió: yo a estas horas no voy a ningún cementerio que me da susto. Después de unos minutos, Antonio el jardinero consiguió convencer a su compañero y allá que fueron a esas horas para ver qué encontraban. Mientras tanto, la perplejidad de los que allí nos encontrábamos era patente, no sabíamos si reírnos, o ahogarlos. Pasado un buen rato, volvieron a la iglesia con las coronas. Al preguntarle cómo las consiguieron nos comentaron que había sido bastante fácil pues en un contenedor de basura que había en la puerta, hallaron lo que andaban buscando.      

Hay ocasiones como he comentado anteriormente, en la que las circunstancias sociales del momento hacen que se agudicen los sentidos; o mejor dicho, los sentimientos.

Lo tenemos en la Semana Santa de 1940, en Málaga, hecho que mi abuelo, mi “nonno”, vivió en primera persona y mi madre, Ana Muñoz, cuando estamos en la faena de los días previos a la Semana Santa, me lo recuerda.

           Era Jueves Santo, y recién finalizada la guerra civil, la Esperanza de Málaga volvió a procesionar, tras ocho años de emoción contenida, por las calles del centro de la ciudad. Recursos ninguno. Para Ella, una simple toca y un pequeño manto sin bordados, y como palio, flores, las de la propia tierra, el azahar. En calle Larios, alfombra de romero y el azahar. Este esfuerzo por parte de los hermanos de la cofradía, sería reconocido por el pueblo de Málaga con una ovación a su paso que quedaría por siempre en la memoria de los allí presentes.

Así lo relatan las crónicas de aquel año: 

-      “La calle Larios fue alfombra de flores minutos antes del desfile”  LA TARDE, Sábado 23 marzo de 1.940.

-         La Vírgen de la Esperanza ha vuelto a salir a la calle, a hombros de sus hermanos, sobre flores, bajo flores y entre flores, agobiada de aromas malagueños que formaban para Ella una atmósfera de homenaje emocionado. Llevaba una toca humilde y graciosa, un manto pobre y bonito, un palio de azahares y un trono de jardín”. IDEAL, 23 de marzo 1940.


Por todo lo dicho anteriormente, podemos concebir que el adorno floral de un trono es precisamente la parte del "altar" que cada año puede cambiar, ajustarse a las circunstancias, a nuevos tiempos, a nuevas formas de ensalzar un paso, una imagen, y venerar así a los sagrados titulares de una cofradía. Lo que no cambia en absoluto es la intención final de honrar a una imagen que nos acerca a Dios, que convierten todos esos cuidados y mimos que en forma de flor ofrecemos como nuestra oración más sincera y fervorosa.

                                                                                                                                                                                                                                                                     Elena V. Romero Muñoz

Primera Semana de Cuaresma:


     El azahar, la flor del naranjo. 
      Con su aroma, nos anuncia que está próxima la Semana Santa.        
  

               Si queréis ver publicada en este blog aquella fotografía que más os guste o, simplemente que os resulte curiosa, referente al adorno floral en los tronos, pasos, triduos, función, de vuestros titulares podéis enviarla a:  floresdesemanasanta@gmail.com